Donald Trump está perdiendo la dignidad. No le importó mostrarse como un simple instrumento de Vladimir Putin, al unirse al grupo de países marionetas de Rusia, como Burundi, Mali y Burkina Faso, para oponerse a la resolución de Naciones Unidas que condenó -en su tercer aniversario- la invasión rusa a Ucrania.
Pudo haberse abstenido, como la Argentina de Milei, que apoya a Ucrania pero no quiere enemistarse con Trump. O como Brasil, que quiere verse a sí mismo como potencia no alineada a ningún bando. La delegación estadounidense eligió votar junto al país que activamente los ha saboteado y se les ha opuesto durante más de 70 años.
¿Hasta qué punto estará dispuesto Trump a inclinarse frente a Putin antes de que los estadounidenses crean que la subordinación de su presidente es inaceptable?
La única ocasión en que Trump parecía ser verdaderamente neutral, fue cuando Putin ni siquiera le tomaba la llamada, razón por la cual amenazó a Rusia con sanciones. Nos hizo creer a varios, de los que nos opusimos a Trump durante la campaña -en mi caso, sobre todo por el riesgo de que abandonara a Ucrania- que quizá Trump no sería tan malo como temíamos. Muchas de sus otras decisiones tienen sentido, hablé sobre ellas en este mismo canal. USAid por ejemplo. Contrario a lo que opina la mayoría de quienes critican a Trump, yo considero que es pragmático dedicar ese dinero a fortalecer a Estados Unidos y no a alimentar a países en África o a vacunar niños en Asia. Estamos en una época de gran competencia entre potencias. Y así como durante la guerra fría todo tenía un cálculo geopolítico, así debe ser ahora otra vez.
Por eso es que advertí que Trump era la peor decisión para Estados Unidos en esa competencia entre potencias. Porque aunque Kamala Harris no era tampoco una gran opción, al menos tenía bien sus prioridades geopolíticas: ubicando a Putin como el enemigo que es de Occidente.
Y por breves momentos, durante enero, parecía que Trump quizá lo entendía así. Pero igual que una pareja obsesionada, en el momento en que Putin le tomó la llamada y dejó de ignorarlo, Trump se le entregó por completo.
¿A cambio de qué? A cambio de nada. El que dice ser un gran negociante, llegó a la mesa de negociación solo con regalos para Putin: impedir que Ucrania llegara a la OTAN, ceder a Rusia los territorios conquistados y presionar a Zelensky para que renunciara. Todo eso a cambio de nada.
¿Qué hará Putin? Fingirá que detiene la guerra, pero usará el dinero que estaba congelado por las sanciones, para rearmar a su Ejército e intensificar su guerra oculta contra Occidente, incluido Estados Unidos. Porque no nos olvidemos: los hackeos a la infraestructura crítica y a las oficinas estadounidenses, el robo de datos, y las operaciones encubiertas -Rusia pagó hasta 200 mil dólares por cada soldado muerto estadounidense en Afganistán-, no pararon incluso cuando Trump fue presidente la primera vez, y aún en ese entonces Trump también defendía a Putin.
Trump, además, le hará un favor a China. Porque el país comunista contará ahora con un aliado rehabilitado. En mejores condiciones para proveerle de materias primas para alimentar su propia maquinaria económica y militar. Putin jamás le dará la espalda a China, Corea del Norte e Irán. Principalmente porque sabe que los líderes de esos países son vitalicios. Durarán décadas en el poder si nadie hace un golpe de Estado en su contra. Trump, en cambio, se irá en cuatro años. En el mejor de los casos Putin solo fingirá paz con Estados Unidos durante ese tiempo. No se puede ser duro contra China y suave contra Rusia. El resultado total de esa suma es debilidad.
La subordinación de Trump a Putin hace que Estados Unidos esté desperdiciando una oportunidad única, histórica, para hacer colapsar a Rusia de la misma forma como Ronald Reagan vio desmoronarse a la Unión Soviética. En lugar de eso, parece que Trump quiere lo contrario: salvar a Rusia del problema en que se había metido en Ucrania. Es un nivel de claudicación sin precedentes en la historia del país. Exactamente lo contrario a lo que hicieron quienes son considerados los más grandes y duros presidentes estadounidenses, Reagan, Roosvelt, Truman, Eisenhower.
La primera vez, que un presidente de Estados Unidos se subordina a una potencia extranjera.
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